Una tarde con Paco Martínez Soria

‘EL ALEGRE DIVORCIADO’

Sábado 15 de agosto. 19:00 horas. Teatro de Bellas Artes

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El divorcio que no llegaba

En 1932, poco después de que la República aprobara la Ley del divorcio, el prolífico Muñoz Seca escribió una obra de teatro –juguete cómico lo denominaba él, y no andaba descaminado- que tituló “Anacleto se divorcia”.

Era una sátira sobre la ley y como era habitual en el teatro del autor andaluz, gozó de un apreciable éxito. Nos dicen las crónicas que el personaje central lo defendió Rafael López Somoza, curiosamente uno de los actores que más empleó D. Paco cuando se convirtió en empresario, contratando precisamente a quien años atrás había sido su propio jefe.

Tras la guerra civil, en 1939, el turiasonense representó el segundo papel masculino de la función, Juncosa –en el cine de casi cuarenta años después, Gonzalito-, en la compañía propiedad del bueno de Somoza. Datos curiosos que se pueden comprobar acudiendo al soberbio trabajo que el amigo Javier Lafuente realizó sobre la vida y obra de D. Paco. Es evidente que para los restos el libro que el año pasado presentábamos en Tarazona, “El don de la risa”, se ha convertido en herramienta fundamental para acercarse a la figura de tan ilustre paisano.

Y sirve todo este largo preámbulo para ponernos en antecedentes sobre el origen de la idea que en 1975 tuvieron los productores para convencer a nuestro actor sobre una nueva actuación en la pantalla. Del texto original de D. Pedro quedó muy poco, solo la idea, al trasvasarlo a la España de aquel momento en la que las perspectivas de poder acceder al divorcio aún andaban lejanas.

Los guionistas, nada menos que tres: Coello, Ozores y Paso, trasladaron esa posibilidad de disolución del matrimonio hasta México, y allí mandaron al personaje central, ahora Ramón y antaño Baldomero (más castizo), aprovechando para incluir unas cuantas vistas de la capital federal y de Acapulco, que siempre quedan vistosas.

El prolífico y siempre eficaz Pedro Lazaga sacó adelante la película sin mayores problemas, más inspirada en su primer tercio que en el resto, pero siempre suficiente gracias al oficio de nuestro querido actor. No gozó de tanto éxito la película en las taquillas españolas, muy posiblemente porque solo eran conocidos en estos lares Florinda Chico y nuestro paisano, resultando algunos de los actores mexicanos un tanto relamidos para nuestros gustos.

Unos cuantos chistes bien colocados, algunos juegos de palabras que funcionan y sobre todo el buen hacer de D. Paco siguen siendo motivos suficientes cuarenta años después para pasar un buen rato viendo “El alegre divorciado”, siempre y cuando nos pongamos en la mentalidad de aquellos años –la oficial sobre todo- para darnos cuenta de la idea de los autores: prevenir al personal sobre lo “dañino” del divorcio.

Curiosa diferencia si la comparamos con el texto teatral del autor de Don Mendo.

FERNANDO GRACIA