José Sacristán, Premio Especial Paco Martínez Soria

El embajador de nuestros sueños

España es país de antihéroes. Nos comparemos o compitamos, siempre brotan más nuestras debilidades que las grandezas subrayadas por otros. Y en la cinematografía de nuestra ficción, muy pocos han logrado desarrollar una carrera de héroe —así, a secas— tan grande como la de Pepe. Porque Sacristán somos todos. Con pocos actores españoles uno se ha podido identificar en tantos terrenos, paisajes y sueños como con él.

Y si no, repasen. Único y múltiple, actor de sublime voz pero también de tremenda mirada, Sacristán ha acogido todos los registros. Desde Venancio en ‘La ciudad no es para mí’ (1966) personalizó en sus personajes la resistencia de un país en dictadura. Gran secundario en comedias como ‘Sor Citroën’ (1967), ‘Cateto a babor’ (1970) o ‘Don Erre que Erre’ (1970), fue un cara de acelga que sabía poner cara de póker en esos años de invierno. Ordinary people, que diría Redford. Uno de los nuestros, que apostillaría Scorsese.

José Sacristán 01

En plena transición se destapó como icono: ‘Asignatura pendiente’ y ‘Parranda’ el mismo año, 1977, con dos de sus directores marca, Garci y Suárez. Fue Flor de Otoño, ‘El diputado’ de Eloy de la Iglesia y también el nuevo director de ‘¡Arriba Hazaña!’. La sociedad mutaba, a la par que nuestro camaleón lideraba con fuerza el nuevo rumbo de sus protagonistas.

Cómo no olvidar ‘El viaje a ninguna parte’ (1986) mano a mano con su Fernando Fernán Gómez. En los noventa, trabajando ya mucho para televisión y musicales —’My Fair Lady’ o ‘El hombre de La Mancha’—, Sacristán tocaba de nuevo fondo como voz de la conciencia —más global que nunca— en su papel de Hans en ‘Un lugar en el mundo’ (1992) de Aristaraín, un film donde nuestro héroe filósofo se reformula, nos cuestiona y cala con épica y poesía.

Goya por ‘El muerto y ser feliz’ (2012) de Javier Rebollo, en el cine reciente este maestro del gesto se pone un nuevo traje —como nadie— en ‘Magical Girl’ (2014), otro tour de force. Nuestra sociedad ha sido esperanzada gracias a su trabajo y a esa mano izquierda, sabia en imprimir alma y convicción a nuestros sueños. Gracias, maestro. Cómo mola que Sacristán esté de moda.

 CARLOS GURPEGUI